martes, 25 de noviembre de 2008

El bar de locos

Entre mis tantas noches en este bar, no he tenido ninguna historia relevante. Solia verlos con los ojos rojos, pero sin lagrima alguna. Como si explotasen por dentro, ya sea de colera, impotencia, dolor. Esas imagenes deplorables que pocos humanos presentan, veo en sus ojos con su sufrimiento.

Piden tres vasos a mas. Casi nunca cerveza. Quieren que la pena se vaya lo más rápido, tan rápido como se les sube el licor. Al rato empiezan a balbucear palabras sin sentido (o al menos para mi). Recuerdan sus antiguos pasajes, y eso se manifiesta con la melancolía que cada uno lleva por dentro.

Se quedan horas de horas. Consolándose -a veces- unos a otros. Mientras seco los vasos vacios, sus corazones han perdido color. Añoran todo lo pasado, añoran lo que fue. No sin excusa, pero ya no tienen remedio.

Y ahora lloro, porque sus recuerdos no me son ajenos. Lloro, porque en esta vida, todos somos pasajeros.

Y mientras lloro, en esta fria noche, viene el recuerdo de ella. Miro al infinito, buscándola, y solo veo el trasluz de mis lágrimas.

Y mientras lloro en esta fria noche, viene el recuerdo de ella; y tratando de calmarme, solo tomo y tomo.

Javier.

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