Pupilas perdidas en el reencuentro,
iris cohibidos se encogen.
El hombre queda mudo en descontento,
pidiendo la sétima de la noche
Abre la puerta después de porrazos
y queda ciego de agonía.
Llora y llora, y en pleno llanto
lo agarra la melancolía.
Apoya su cuerpo en plena vereda, como esperando que la luna caiga.
Que lo aplaste, que lo mate.
Que le diga adiós y le devuelva vida.
Y sigue la noche,
con espectros andantes
Los persigue, les habla
y no pide perdón, por él y sus porquerías.
sábado, 9 de mayo de 2009
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